domingo, 4 de diciembre de 2011

Opeth + Pain Of Salvation Sala Penélope 19/11/11






El pasado sábado 19 de noviembre asistí al concierto que Opeth acompañados por Pain Of Salvation (de ahora en adelante POS), ofrecieron en Madrid. Sentimientos encontrados es lo que me produce escribir estas líneas al rememorar lo acontecido aquella noche en la Sala Penélope. Y digo sentimientos encontrados porque por un lado, se sucedieron un cúmulo de circunstancias motivadas por el vergonzoso papel que jugó la (des)organización del evento que deslució la velada y por otro lado, la satisfacción de poder ver a dos grandes bandas que hoy en día se hallan entre mis favoritas y que se dejaron todo en sus respectivos recitales.

Empezando por lo negativo del evento, he de decir alto y claro que la Sala Penélope no es un lugar idóneo para un concierto concurrido, es pequeña, tiene un desnivel en la pista que te impide ver a los miembros de la banda desde el fondo a menos que midas dos metros. Para rematar la faena, la sala tiene dos columnas fijas a ambos lados del escenario que restan visibilidad, especialmente desde los laterales. No sé en qué estarían pensando los organizadores cuando decidieron emplazar el concierto en este lugar.... bueno sí, supongo que en sus bolsillos.

El caso es que aparte de las pésimas características de la sala para albergar este tipo de conciertos, no se les ocurrió a los “iluminados” promotores mejor idea que abrir las puertas de la sala apenas 15 minutos antes de la salida a escena de POS. Y sinceramente, no sé cuanta gente habría en la puerta (¿800-900 personas?), pero sí puedo asegurar que la cola era considerable, doblaba la manzana y llegaba bien lejos y mucha peña se perdió parcial o incluso íntegramente la actuación de POS por culpa de unos ineptos y maleantes a los pagamos religiosamente nuestra entrada y nos trataron como se trata, desgraciadamente, a los animales. Se habla por los foros que supuestamente se vendieron 200 entradas de más, con el peligro que ello podría haber conllevado. Menos mal que no ocurrió ninguna desgracia.

Yo fui uno de los afortunados que sólo se perdió un par de cortes de POS. No os podéis imaginar la sorpresa cuando accedí por fin al local y me detuve unos instantes en el puesto de merchadising de la banda(situada en un hall anexo a la sala) para echar un vistazo al material que traían y comenzar a escuchar a los suecos tocar el track “Ashes”. Le pregunté a la hermosa chica que atendía el stand si todavía estaban probando sonido y me comentó que no, que ya estaban descargando su set-list. La sorpresa inicial, obviamente, se fue tornando en indignación ante la tomadura de pelo que nos estaban haciendo en nuestra propia cara.


La breve actuación de POS fue para enmarcar. A excepción de la ya citada “Ashes” (perteneciente a The Perfect Element Part I) basaron sus apenas 35 minutos en las composiciones de su concepto Road Salt, obra dividida en dos discos y en la que la formación prog de Eskilstuna ha dado un giro considerable a su sonido, orientándose hacia el rock setentero y con muchos guiños a Zeppelin y Beatles en sus nuevas canciones. Concretamente abrieron, por lo que me contaron algunos asistentes, con Road Salt Theme y Softly She Cries, intro y segundo corte de su última entrega, respectivamente.

La actitud y entrega de la banda fue encomiable, así como la interpretación de las cinco piezas que pude escuchar. “Conditioned” y su animado y adictivo riff principal inauguraron “mi concierto” de POS y por primera vez pude observar al carismático Daniel Gildenlöw, dueño por completo de la escena, demostrando las enormes tablas que posee y el pedazo de vozarrón que maneja. El tío va sobradísimo de cuerdas vocales y bien que se encarga de demostrárnoslo clavando las hermosas melodías de mitad de tema. Más tranquilas fueron las delicadas y emotivas “1979” y “To The Shoreline” (ese Morricone) que hicieron las delicias del personal con esas melodías tan bien trabajadas aunque, para mi gusto, el volumen estaba algo bajo, lo que sumado a las conversaciones “trascendentales” de muchos de los asistentes obligaron al polifacético cantante a solicitar al personal en un par de ocasiones que procuraran guardar silencio con un también “respetuoso” SSSSSHHHHHHH!!!!



Las revoluciones volvieron a subir con "Linoleum", uno de los mejores y más completos cortes de la dupla Road Salt: crudo riff zeppeliano, lisérgico interludio con reminescencias árabes a mitad de canción y cuya intensidad va creciendo segundo a segundo, para acabar en el brutal éxtasis final. Cualquiera que pretenda ser vocalista, que se olvide de esta reseña y se busque ipso facto Linoleum.

Para terminar, nos dejaron otra joyita, “No Way”, que tanto nos evoca a esos geniales escarabajos liverpudlianos y en la que la interpretación de Daniel rozó la perfección. La corta actuación de la formación sueca no fue más que un excelente aperitivo para lo que será su próxima gira en febrero como cabezas de cartel.



A todo esto, tras la actuación de POS, la sala estaba llena y la gente seguía entrando, hacinándose como buenamente podía en la pista, en las barras de la zona superior de la sala y en las abarrotadas escaleras que daban acceso a ella o tras la puerta de entrada, bloqueando la salida ante una posible emergencia. El caso es que allí, como comentó un colega salmantino, prácticamente no se podía ni aplaudir......

Tras media hora de calurosa espera, Mikael Åkerfeldt y sus remozados Opeth hicieron acto de presencia sobre el escenario de Penélope. He de reconocer que su último disco no se encuentra entre mis favoritos de la banda, ni mucho menos dudo de su calidad, hay auténticos temazos en él, sinceramente no me acaba de entrar en conjunto,se me hace largo y algún tramo, especialmente aburrido. Obviamente sabía que en esta gira abundarían temas de Heritage, pero intercalados entre otros tracks imaginaba que me resultarían algo menos indigestos, por decirlo de alguna manera. Y ciertamente, así fue.



La banda abrió con “The Devil's Orchard”, el intrincado y técnico opener de su último lp, una auténtica maravilla progresiva que en directo me pareció incluso más cautivadora que en la versión de estudio. “I Feel Dark” y una legendaria Face Of Melinda, corte rescatado de Still Life, nos mostró a una banda concentrada y entregada, con ganas de agradar, derrochando estilo y calidad en cada nota y a un Mikael que comenzaba a hacer uso de su particular sentido del humor: hizo menciones al pésimo estado del piso del escenario y como no, a las dos columnas que restaban visión a media sala. Incluso se atrevió a invitarnos a la revuelta ante las circunstancias tan penosas en las que se estaba desarrollando el concierto, aunque supongo que el mensaje no caló entre el personal, no sé si porque no le entendieron o porque ya habíamos recibido suficientes palos esa noche.

El poderoso riff principal de “Porcelain Heart” nos trasladaba al primer corte que escucharíamos de Watershed (el otro sería “Hex Omega”), enorme ejercicio de precisión y talento que se vería empañado por un prescindible solo de batería a mitad de tema, y que todavía ando preguntándome el porqué de su inclusión en el repertorio. Con el inicio de la jazzístca “Nepenthe” se me escapó el primer bostezo. Siendo sincero, incluso me planteé largarme por el agobio y malestar físico que me estaba produciendo la situación en la que me encontraba (me consta que hubo gente que se largó temiendo por su integridad física y otra ni siquiera entró con la entrada comprada) aunque esa parte instrumental intermedia tan Crimson me sacó de mi letargo, al que volví a caer con la exótica “The Throat Of Winter”, con la que dio inicio un breve set acústico para el que los músicos tomaron asiento, saliendo de este modo del plano de visión de la mayoría de los asistentes situados en la pista (entre los que me incluyo) por el desnivel del suelo anteriormente citado. “Credence” de My Arms, Your Hearse, extendió el letargo a la parroquia, que, eso sí, despertó al unísono nada más escuchar las primeras notas de “Closure”, único corte que sonó de esa joya llamada Damnation, ejecutada de forma exquisita por los suecos y que supuso uno de los momentos mágicos de la velada.


“Slither”, con homenaje a Ronnie James Dio incluído (buen detalle, Mikael) nos devolvía a terrenos más cañeros con su hard rock setentero, para posteriormente caernos rendidos ante el piano de Joakim Svalberg (por cierto, espléndido toda la noche) que nos introdujo otro de los temas más celebrados por la parroquia, “A Fair Judgement”, el épico corte de Deliverance con el que la banda retomaba esa noche su sonido más clásico, el que sin duda le ha granjeado el estatus que hoy en día posee. Con la majestuosidad de “Hex Omega”, la banda se despedía momentáneamente para volver instantes después para interpretar la melancólica “Folklore”, sublime broche final a un notable recital.



Resumiendo la descarga de Opeth, está claro que eligieron un set list bastante relajado en la onda de su última obra, bien estudiado para no incluir ningún track con guturales y donde los músicos nos mostraron la buena forma, disposición y conjunción en la que se encuentra la banda hoy en día. Personalmente, hubiera preferido otros cortes para acompañar a “Closure” en el set acústico (“To Rid The Disease” o “Still Day Beneath The Sun” por citar algunas favoritas) y por qué no decirlo, la inclusión de algunos de sus cañonazos death-prog, pero obviamente entiendo el momento particular por el que está pasando la banda y por otro lado, es imposible complacer los gustos de todo el mundo que asiste a sus conciertos.

En definitiva, una noche en la que unos vergonzosos elementos extramusicales no consiguieron deslucir el enorme trabajo de dos grandes bandas a las que, desde aquí, me gustaría elogiar, reivindicar y recomendar por su continua capacidad de reinventarse con el consecuente riesgo que ello supone y que, le pese a quien le pese, forman parte de la vanguardia de aquellos que representan el presente y el futuro de nuestra movida.

89/100

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